Me resultaba inconcebible. Caminé por el recinto, llena de incredulidad. Me preguntaba: “¿cómo es posible que los hombres y mujeres puedan hacerse esto entre ellos?”. Llegué a las barracas. “¿cómo estas personas, sobre todo las madres e hijos pudieron sobrevivir a las semanas y días anteriores a su muerte segura?”. Dentro de las barracas vi camastros de madera, casi pegados unos con otros en cinco hileras a lo largo de la barraca. En las paredes estaban grabados nombres, iniciales y dibujos. ¿Qué instrumentos utilizaron para hacerlos? ¿Piedras? ¿Las uñas? Los observé más detenidamente y noté que había una imagen que se repetía una y otra vez.
Mariposas.
Había dibujos de mariposas dondequiera que mirara. Algunos eran bastante toscos, otros más detallados. Me era imposible imaginarme mariposas en lugares tan horrorosos como Maidanek, Buchenwald o Dachau. Sin embargo, las barracas estaban llenas de mariposas. En cada barraca que entraba, mariposas. ¿Por qué? ¿Por qué mariposas?
Seguro que debían de tener un significado especial pero, ¿cuál? Durante los veinticinco años siguientes me hice esa pregunta y me odié por no encontrar una respuesta.
Salí de allí impresionada por el horror de ese lugar. No entendía entonces que esa visita era una preparación para el trabajo de mi vida. En esos momentos solo me interesaba comprender cómo es posible que los seres humanos puedan actuar tan sanguinariamente contra otros seres humanos, sobre todo con niños inocentes.
…
Cuando hemos aprobado los exámenes de lo que vinimos a aprender a la Tierra, se nos permite graduarnos. Se nos permite desprendernos del cuerpo, que aprisiona nuestra alma como el capullo envuelve a la futura mariposa, y cuando llega el momento oportuno podemos abandonarlo. Entonces estaremos libres de dolores, de temores y de preocupaciones, tan libres como una hermosa mariposa que vuelve a su casa, a Dios, que es un lugar donde jamás estamos solos, donde continuamos creciendo espiritualmente, cantando y bailando, donde estamos con nuestros seres queridos y rodeados por un amor que es imposible imaginar.
Fragmentos del libro “La Rueda de la Vida” de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross*
* Elisabeth Kübler-Ross fue médico psiquiatra de gran prestigio mundial. Tras años de estudio e investigación, la publicación de "La muerte: un amanecer" la dio a conocer a millones de lectores. "La rueda de la vida" puede considerarse su testamento espiritual. Tras su muerte en agosto de 2004, la fundación que lleva su nombre tiene la importante misión de mantener vivo el espíritu de toda una vida de trabajo dedicada a paliar el dolor de los enfermos terminales y de las familias que sufren la pérdida de un ser querido.
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